Una triste tarde de otoño, el frio me cala ondo, y las paredes me sofocan, decido escapar, sin un destino claro recorro cuadras y cuadras, me detengo respiro y cambio de rumbo. Ahora sobre un auto los paisajes varian de un segundo a otro, me veo frente al mar, bajo y avanzo por inercia, todo es abulico, todo oscuro y frio, una brisa me abstrae en la luces del mar. En la oscuridad y con el frio nocturno, entre el sonido del oleaje ya de vuelta a mi divagar, encuentro un solitario elemento, como perdido en el tiempo, me inquieta, y me hace recordar "lo escencial es invicible a los ojos"...
lunes, 19 de mayo de 2008
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